
Sara Coca, con Disonantes, reafirma su posición como una de las voces más sólidas de la microficción contemporánea. Con 74 microrrelatos distribuidos en tres secciones —Cacofónicos, Familias asonantes y Eufónicos—, la autora construye un universo donde el sonido, el silencio y la elipsis se entrelazan con una naturalidad que demuestra su madurez literaria. Esta reseña, acompañada de una reflexión crítica sobre la elipsis en el microrrelato, busca ofrecer una lectura compendiada, pero accesible de su propuesta.
La musicalidad y el silencio como ejes
El título no es fortuito: Disonantes explora la tensión entre armonía y ruido, entre lo dicho y lo callado. En “Incomprensión”, el abuelo que “oye mejor por el oído que no escucha” (17) condensa ese conflicto entre percepción e incomunicación. Cada relato es breve pero resonante, trabajado con precisión para que cada palabra tenga peso.
Atmósferas y extrañamiento
Coca logra que lo cotidiano se vuelva inquietante. En el micro que le da título a la colección, el rechazo hacia unos vecinos raros y sus plantas ruidosas desemboca en un incendio que nadie se atreve a nombrar. La violencia, el miedo y el silencio se cruzan en apenas unas líneas, demostrando el poder de la elipsis bien ejecutada.
Lirismo y crítica social
En textos como “Nostalgia”, la personificación dota de emoción y memoria a un mástil que alguna vez fue árbol. En otros, como “La mujer del hombre elefante” o “El hurto”, el humor ácido y la crítica social se entrelazan para mostrar la indiferencia y el absurdo de lo humano, siempre con sutileza.
En conclusión, Disonantes confirma a Sara Coca como referente no solo en España, sino también en el panorama de la microficción puertorriqueña. Su dominio del ritmo, la elipsis y el silencio convierten este libro en una lectura imprescindible para quien busque en el microrrelato brevedad con profundidad y resonancia.
La elipsis como fundamento del microrrelato
La elipsis es más que una técnica narrativa: es el pulso oculto que sostiene gran parte de la microficción. Al omitir información, el autor no solo sugiere; invita al lector a intervenir. Octavio Paz señalaba que el silencio es parte del lenguaje; Roland Barthes recordaba que lo que dice el crítico es también creación; y Bajtín veía en el silencio un espacio polifónico, cargado de posibilidades. En Disonantes, esa tensión se hace evidente: lo no dicho pesa tanto como lo enunciado.
Cada microrrelato funciona como un enigma que el lector completa. Esta colaboración implícita transforma la lectura en un acto creativo, íntimo y participativo. Así, la elipsis no es solo economía verbal, sino un espacio de resonancia donde lo omitido se vuelve tan potente como lo presente.
