El placer de leer lo que me gusta.

Paseaba por la librería esperando, pero siempre buscando los títulos sobre las mesas. Mi mente divagaba entre los tomos agolpados unos casi encima de otros.

Leo bastante, según el trabajo y los compromisos me lo permiten. No leo al acostarme, casi nunca…a menos que la lectura me seduzca. Creo haber dicho antes que me gustan los textos narrativos que me agarran en las primeras tres o cuatro páginas. Esto no aplica al microrrelato, en estos la dinámica es distinta. Pero, en las narraciones extensas como en las novelas, el gancho de la trama debe estar desde el principio. Que un autor le plantee al lector que su historia es lo suficientemente buena y atractiva debe suceder en esas primeras páginas, al menos así me gusta a mí.

Entonces lo vi. Su título me agarró la mirada. «Los infortunios de Fátima Moniz». Me recuerdan los de Alonso Ramírez, pensé. Luego vi al autor y recordé, ah, Zamparelli.

Ella escribió una novela histórica hace un par de años, muy buena, por cierto. «Brevísima y verdadera historia del Almirante y su primer viaje». Creo que en algún momento le expresé mi gusto, y que me quedé con deseos de más.

Pues bien, aquí está frente a mí. El título, ya dije, me incitó el pensamiento… Busqué en google…corroboré las señas históricas, me entusiasmó aún más. Abrí el libro aún sin pagarlo. Veamos. Entonces, la primera oración: «–No vas — dijo y reventó el puño sobre la mesa. El mapamundi colgado en la pared a sus espaldas aleteó con violencia». (p.5)

Me pegó fuerte. ¿Por qué el coraje así desde el comienzo mismo? ¿A quién la orden? No ir, ¿a dónde? ¿Por qué? Y muchas más interrogantes.

Me gustan las novelas históricas. «Los perros del paraíso» de Abel Posse, por dar quizás el mejor ejemplo. Mis años de estudio con don Ricardo Alegría, don Juan Rodríguez Cruz y tantos buenos profesores del Centro de Estudios Avanzados de los ochenta, desarrollaron mis gustos por la historia y la literatura.

Tomé el libro y fui a pagarlo, sin pensarlo mucho, deseoso de llegar a mi casa a bebérmelo.

Ya les comentaré. Mientras, me disfruto una prosa rica y fluida. Sí, textos así dan un placer que no se puede describir con palabras.