La ironía
Fragmento del libro Palimpsesto caribeño: intertextualidad en El mundo alucinante de Reinaldo Arenas
La ironía
D.C. Muecke
La ironía es un concepto acerca del que muchos críticos no se ponen de acuerdo. Sí concuerdan en lo difícil (y para algunos lo imposible) que resulta definirla claramente y atribuirle funciones específicas. Entre los estudios formales más importantes acerca de la ironía se encuentra el de D.C. Muecke, quien estudia la naturaleza, las formas y las funciones del concepto. Enfatiza que la ironía parte del objeto y no del observador del mismo. Esto le lleva a afirmar que algunas artes, por su naturaleza, no pueden ser irónicas.[i] Los que definen la ironía cubren un campo extenso que incluye desde los que se niegan a definirla hasta aquellos que ven lo irónico en todo. La definición del término incluye su restricción a un mero tropo hasta los que afirman que es un modo de vida. Sin embargo, concuerda con quienes entienden que la definición del concepto va más allá de “saying one thing but meaning the opposite”[ii] , para él ciertamente es un fenómeno mucho más complicado. Al ser un concepto que ha evolucionado a través del tiempo, se torna imperativo hacer un recorrido por los procesos históricos a lo largo de los cuales se ha utilizado, con diversos nombres, lo que se llama hoy día ironía.
La palabra y el concepto.
Muecke pretende deslindar entre el vocablo y la idea del mismo. Afirma que, históricamente, lo que se nombra como tal no ha tenido siempre las mismas características. Señala que el fenómeno es anterior a ser nombrado y que, a su vez, la palabra existía antes de ser aplicada a este.[iii] Asevera, también, que el término ironía no significó ‘ironía verbal’ sino hasta los tiempos de Aristóteles, y que la ironía ‘situacional’ era más bien la dramática. Esta última, no obstante, no fue llamada así hasta finales del siglo XVIII.
La palabra ‘Eroneia’ aparece registrada por primera vez en la República de Platón. Para Demóstenes y Teofrasto el concepto aludía a la falsedad, a lo oculto, a la poca sinceridad del llamado ironista. Es decir, lo relacionaban con la mentira y la hipocresía.[iv] Según este crítico, el narrador moderno, ese narrador impersonal que reseña Booth, “who has entirely abandoned any obligation to guide the judgement of his reader…”[v] se convierte en la contraparte moderna de la Antigua ironía griega.
Aristóteles también veía la ironía como un modo de conducta. Esta manera de actuar se refiere a la ironía situacional y a Sócrates, quien pretendía, en sus conversaciones, saber menos que su interlocutor. Luego la ironía pasaría a ser parte de un lenguaje engañoso: “a figure in rethoric: to blame by ironical praise or to praise by ironical blame.”[vi] Para Cicerón, quien la utilizó como figura en su oratoria, la ironía era tanto una figura como un modo de actuar.
A partir de entonces, prácticamente se desvaneció el uso de la palabra ironía, hasta que reaparece en inglés en 1502. Sin embargo, su uso no se generalizó hasta el siglo XVIII. En su lugar, se utilizaron otras como sinónimo de ironía: “fleer, gibe, jeer, mock, scoff, scorn, taunt.”[vii] Todos se refieren a la burla y la mofa. Muecke afirma que en Europa, para esos siglos, el concepto se desarrolló muy lentamente, y solo como figura de dicción, y con una definición limitada: “The word was defined as ‘saying the contrary of what one means’, as ‘saying one thing but meaning another’, as ‘praising in order to blame and blaming in order to praise’, and as ‘mocking and scoffing’.”[viii] También se usó para significar ‘disimulo’ malentendidos y parodia. Aunque algunos seguían con la idea socrática de la ironía como un modo de comportarse. Durante los siglos XVII y XVIII, en Europa no se reconocen ni la ironía dramática ni la situacional. No será sino hasta finales del siglo XVIII y comienzos del XIX que la ironía adquiriría nuevos significados.
La ironía romántica.
Hacia finales del siglo XVIII, varios críticos como Wilhem, Solger, y los hermanos Schlegel se interesan en el concepto, específicamente en la ironía de los eventos. La definieron básicamente como una serie de eventos contradictorios e incongruentes. La palabra ironía se utiliza para referirse a una actitud de ciertos artistas en relación con sus trabajos. Ellos se muestran como semidioses, objetivos y alejados de sus personajes ironizados. Esto lo hacen amparándose en la idea de que tanto Aristófanes, como Cervantes y Shakespeare, Flaubert y Joyce, entre otros, mostraban tal actitud ante sus personajes. Es decir, que la ironía es inherente al ser del artista:
The artist is in an ironic position for several reasons: in order to write well he must be both creative and critical, subjective and objective, enthusiastic and realistic, emotional and rational, unconsciously inspired and a conscious artist; his work purports to be about the world and yet is fiction; he feels an obligation to give a true or complete account of reality but he knows this is impossible, reality being incomprehensibly vast, full of contradictions, and in a continual state of becoming, so that even a true account would be immediately falsified as soon as it was completed…[ix]
Muecke además reseña de Connop Thirwall el artículo sobre la ironía de Sófocles de 1833. Influenciado por los teóricos alemanes, además de la ironía verbal o retórica, Thirwall distinguió la ironía dialéctica que sería la misma ironía situacional que se le atribuye a Sócrates; y la práctica, que se refiere a la ironía en todos los ámbitos, la vida y la literatura. Concibió, además la idea de la ironía sin ironista, esta se relaciona con la idea de Sófocles de la ironía del destino como una fuerza semi personificada que marcaría el destino del hombre: “the contrast between man with his hopes, fears, wishes, and undertakings, and a dark, inflexive fate…”[x] Muy cercana a la idea de la Ironía Trágica presente en los dramas griegos.
Más aún, Thirlwall sugiere que la ironía puede residir tanto en el receptor como en la propia situación: ‘the suggestion that the irony may reside in the attitude of an ironic observer or, rather, in the situation observed.” [xi] Es una visión de la ironía como la de una forma de paradoja tal como lo expresa Friedrich Schlegel, pero que Thirlwall la hace más explícita:
…in any paradox there are two contradictory truths; an ambiguity is ironical if the two co-existent meanings are opposed: in a dilemma there are two equally impossible course of action, both perhaps obligatory as in those heroic dramas in which the hero must sin against either Duty or Love.[xii]
Y añade que esta definición de 1833 puede ampliarse al rango filosófico, tal como lo citó Samuel Hynes, en 1963: “[Irony is] a view of life which recognizes that the experience is open to multiple interpretations, of which no one is simply right, and that the co-existence of incongruities is a part of the structure of existence.”[xiii] Se refiere al famoso narrador onmisciente, el semi dios, quien es un narrador irónico porque crea esa ironía en su microcosmos, busca lo que no encontrará, lucha por lo que nunca alcanzará. Esa es la paradoja, la incongruencia del mundo literario: “This idea of a play and concept of the Irony of Fate both involve the notion of the victim of the irony as ignorant of what is already predestined.”[xiv] Kierkegaard, por su parte, en 1841 expuso su concepto de ironía. La ubica entre la estética y la ética, como un concepto filosófico. Él la designa como una visión de mundo permanente y no parcial.[xv]
Muecke cita a varios para demostrar la visión del concepto durante el siglo 19. Para Amiel la ironía implica el absurdo; Para Heine, Baudelier, Nietzsche y Thomas Mann, será la que se define como Ironía Romántica.[xvi] Es a principios del siglo XX se vuelve a usar la ironía en el campo literario.
Elementos de la ironía.
Muecke admite en más de una ocasión la dificultad que conlleva intentar definir la ironía. Acepta que es un concepto en constante evolución. En general, la ironía es todo lo que se quiera aceptar como definición, pero en la práctica a pesar de tantas perspectivas lo cierto es, afirma, que se tiende a restringirla.[xvii]
Con el objetivo de establecer sus fronteras, divide su estudio en diversos elementos: El elemento de la inocencia, que incluye la simulación y el disimulo: “pretending to be what one is not and pretending not to be what one is.”[xviii]; el contraste entre la realidad y la apariencia: el ironista dice algo que en la realidad es muy distinta. La víctima, por su parte, ignora que las cosas son diferentes de como las percibe. El problema, expresa, es establecer la línea entre lo que entendemos por ambas.[xix] A mayor contraste entre realidad y apariencia, más impactante será la ironía; el elemento cómico: algunos críticos afirman que el contraste irónico debe incluir tanto lo trágico como lo cómico; el elemento del desprendimiento: es la pretensión de objetividad del ironista de que la situación no le afecta y que puede establecer una distancia crítica respecto a la misma. Igual sucedería con el observador de la ironía, para quien la situación irónica es un hecho que observa desde ‘afuera’.[xx] Según afirma, este siente superioridad, libertad y diversión.[xxi] El observador de la situación irónica, consciente de su situación, trata de intensificarla, ve a la víctima como atrapada, y a sí mismo como en una situación de libertad en relación con la ingenuidad del ironizado: “And where his own attitude is that of a man whose world appears real and meaningful, he will see the victim’s world as illusory and absurd.”[xxii] La ironía podría inducir a los lectores a creer que, como observadores, el ironizado es inferior y hacerlos sentir superiores a este. Finalmente, expone el elemento estético como primordial para configurar la ironía verbal. La ironía debe estar bien conformada; viene obligada a expresarse con el sentido de balance, economía y precisión de toda obra de arte.[xxiii] Alega que aunque la vida puede ofrecer sucesos irónicos, la mayoría de estos son inventados por el autor, y que solo una conciencia irónica puede percibir los sucesos de la naturaleza como tales: “A sense of irony involves not only the ability to see ironic contrasts but also the power to shape them in one’s mind.”[xxiv] En ese sentido, en sus palabras, en la novela la distancia es la base de la ironía, de la objetividad. Y la objetividad es la base de la ironía.[xxv]
El ser irónico.
En su texto Muecke también distingue entre la ironía verbal, a la que clasifica de simplemente lingüística y depende del ironista; y la situacional, la cual puede ser complicada, pues dependerá del observador:
With Situational Irony…although there is also a revelation of a reality behind an appearance, no meaning is conveyed; the revealed reality is a state of affairs, not a proposition, and can be given meaning only by an observer.[xxvi]
Expresa que no se reconocerá la ironía si el tema es controversial, si no se tiene suficiente información del escritor ni de sus puntos de vista, y si no hay pistas en el texto.[xxvii]
Wayne Booth.
Tal como lo expresa Muecke, Booth afirma que la ironía es muy difícil de definir. Según él, es un requisito para ser un buen lector el desarrollo de la capacidad de percibir las intenciones irónicas, las cuales asevera deben ser interpretadas, pues no son evidentes, sino complicadas. También admite la relación que se ha establecido entre la ironía y la broma o la burla.
Wayne Booth es un escritor y crítico de la literatura contemporánea, de origen estadounidense. Él parece tener muy claro que el enunciado irónico es un asunto de percepción; no obstante, se niega a otorgarle total poder al receptor e insiste en que el ironista es quien configura un discurso que emplea estrategias para apuntar en un sentido diferente al que las palabras expresan. El producto de las mismas la denomina Ironía estable.
Rasgos de la ironía estable.
Los enunciados irónicos, para ser estables, deben compartir las siguientes características:
Todos ellos son intencionados, creados deliberadamente por los seres humanos…Todos ellos son encubiertos pensados para su reconstrucción con significados diferentes de los que se aprecian a primera vista…Todos ellos son, empero, estables o fijos…una vez hecha la reconstrucción del significado, al lector no se le invita a socavarlo…Todos ellos son finitos en su aplicación…son en cierto modo locales, limitados…[xxviii]
Una vez configurada la ironía, para convertirse en intérprete, el lector debe reconstruir las intenciones del parodista. Aclara que el contexto influirá en el significado, pero de forma general. En la ironía, sin embargo, (la ironía estable) se producen unas modificaciones identificables. Los pasos para la reconstrucción incluyen reconocer las incongruencias, que el lector rechace lo literal por un sentido subyacente, elaborar explicaciones alternativas, tomar una posición acerca de lo que el autor cree o piensa, es decir, tomar la decisión de que el rechazo hacia el sentido literal que se experimenta es compatible con el que siente el autor; y, finalmente, elegir o atribuir un significado o varios cónsonos con la opinión o creencias del ironista.[xxix] Todo, como se afirmó basado en la presunción del ironista como creador de la ironía que invita al lector y lo guía a la interpretación correcta.
Reconstrucción y juicios.
Booth compara la escritura irónica con una máscara, tras la cual el intérprete debe buscar los verdaderos significados. Además, llega a la conclusión de que tales reconstrucciones no se limitan a la gramática, la semántica ni la lingüística.[xxx] ¿Cómo percatarse entonces de la ironía? Explica que en la ironía hablada, por ejemplo, hay “una serie de pistas que no son de por sí irónicas – codazos y guiños directos…”[xxxi] En la escrita también hay señales, los títulos y los epígrafes, entre otras. No obstante, advierte que aunque esté expuesta alguna intención irónica debe tomarse con cuidado, pues entiende que lo irónico no debe ser evidente ya que no se disfrutaría igual.
Por otra parte, indica que la mayor parte de las obras literarias irónicas contienen conflictos que ayudan a identificar la presencia de ironías estables: “Siempre que un relato, drama, poema o ensayo presente algo verdadero y luego lo contradiga, solo nos quedan dos posibilidades. O el autor ha tenido un descuido o quizás nos ha hecho una invitación irónica ineludible.”[xxxii] La proliferación de contradicciones sin elementos que guíen hacia la recepción de los significados conduce a lo que denomina la ironía inestable, concepto que rechaza de plano.[xxxiii] El contraste o las variaciones del estilo del hablante, y el conflicto de creencias expresadas en el texto también sirven de pistas para señalar la ironía.
Este crítico literario reconoce la necesidad de acudir al contexto para obtener y verificar pistas, pero se referirá al contexto del autor, nunca al del lector. Además, su interés primordial es en el estudio de los significados del texto en sí.
Irónico, ¿cómo lo sabemos?
El lector se percata de la ironía mediante un proceso de reconstrucción a partir de las incongruencias que percibe en la lectura. Esto se puede hacer por medio del contraste, en el contexto literario, entre una parte y otra o cada parte y el todo. Además puede acudirse al “contexto histórico – personal y social – en que se escribió, publicó y leyó un texto, y al cual puede ser necesario o no hacer referencia explícita al reconstruir sus significados.”[xxxiv] Si debe trabajar con uno u otro contexto lo determinarán tanto el autor como el lector. Ese pacto entre ambos se determinará por medio de un convenio:
Todo el compromiso entre autor y lector depende de un mundo que nunca han hecho y depende, en resumen, de al menos tres clases de acuerdo: a) su experiencia común del vocabulario y gramática…b) su experiencia cultural común y su acuerdo sobre su significado y valor, y…c) su experiencia común de los géneros literarios… por los que puede dirigir la experiencia lectora.[xxxv]
En general, Booth prefiere una ironía que no se revele fácilmente, pues al hacerlo se afecta el papel del lector en la reconstrucción de los significados. Una que sea sobre todo limitada, ya que la ironía ilimitada e indeterminada no conduce a un conocimiento concreto. Por eso favorece la ironía estable que sí invita a la reconstrucción.
Fragmento de Palimpsesto Caribeño: Intertextualidad en El mundo alucinante de Reinaldo Arenas
Dr. Ricardo Rodríguez Santos
Disponible a través de http://www.casadelospoetas.com y rrodriguez179@gmail.com
Notas:
[i] Muecke, D.C. Irony. London: Methuen, 1978, pág. 4.
[ii] Ibid, pág. 8.
[iii] Ibid, pág. 14.
[iv] Ibid.
[v] Ibid, pág. 15.
[vi] Ibid.
[vii] Ibid, pág. 16.
[viii] Ibid.
[ix] Ibid, pág. 20.
[x] Ibid, pág. 21.
[xi] Ibid.
[xii] Ibid, pág. 22.
[xiii] Ibid.
[xiv] Ibid, pág. 23.
[xv] Ibid.
[xvi] Ibid, pág. 24.
[xvii] Ibid, pág. 25.
[xviii] Ibid.
[xix] Ibid, pág. 30.
[xx] Ibid, pág. 36.
[xxi] Ibid, pág. 37.
[xxii] Ibid.
[xxiii] Ibid, pág. 45.
[xxiv] Ibid, pág. 47.
[xxv] Ibid, pág. 48.
[xxvi] Ibid, pág. 49.
[xxvii] Ibid, pág. 54.
[xxviii] Booth, Wayne. Retórica de la ironía. Madrid: Taurus. 1986, págs. 30-31.
[xxix] Ibid, págs. 36-38.
[xxx] Ibid, pág. 78.
[xxxi] Ibid, pág. 90.
[xxxii] Ibid, pág. 100.
[xxxiii] Ibid, pág. 101.
[xxxiv] Ibid, pág. 140.
[xxxv] Ibid, págs. 143-144.