Archivo de la categoría: microrrelato, Puerto Rico

Las macrosensaciones en las microficciones de Ricardo Rodríguez Santos

Palabras de presentación de …y en la hora de nuestra muerte,
Editorial Areté Boricua 2022

Creo que perdemos la inmortalidad
porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado;
sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria:
mantener vivo todo el cuerpo.
Solo habría que buscar la conservación
 de lo que le interesa a la conciencia.

Adolfo Bioy Casares

Presentar un libro de microficciones de quien sin duda se ha convertido en el teórico por excelencia de la microficcion en Puerto Rico es definitivamente un gran reto. Si a esto le añadimos que el autor ha abrazado este género como gesta (a veces convertida en vía crucis) el panorama se complica aún más y es que Rodríguez Santos planificó cada una de las palabras (bueno, y de los silencios) en esta su primera obra de microrrelatos que ha sido, sin duda, un proyecto con toda la formulación, rigor y respeto al género, pero con una medida contingencia para la experimentación.

El tema que ha elegido el autor a manera de hilo conductor ha sido la muerte. Pero no la muerte en forma genérica si no en una amalgama de manifestaciones, deconstrucciones, acercamientos y posibilidades que provocan en el lector todas las sensaciones, imágenes e ideas de las que pueda ser capaz.

La muerte ha sido un tema recurrente en la creación artística de todo tipo. En la literatura el tema siempre ha estado presente y los autores lo han abordado tanto de forma simbólica, como Lope de Vega cuando nos decía “yo me muero de amor, que no sabía”. También se ha trabajado de forma literal, como nos comparte Cervantes en el Quijote, al momento de describir la muerte del Caballero de la Triste Figura. Como las cosas humanas no son eternas, y van siempre en declive desde sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no tenía privilegio del cielo para detenerlo, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba.

Podríamos citar miles de frases y oraciones en la literatura ibérica y latinoamericana en las que los autores utilizan el concepto de la muerte para sus propósitos literarios. Ciertamente el concepto de la muerte es uno tan vasto que debemos decir que el reto más reconocible y latente que se ha impuesto Rodríguez Santos en esta obra es el de hablar de la muerte desde la brevedad.

En el libro …y en la hora de nuestra muerte, el autor recurre a los silencios y al uso perfecto de las palabras para provocar en el lector sensaciones de las que no podrá escapar. Y es que en estos 29 relatos, Rodríguez Santos nos coloca al vilo del concepto expectativa para dejarnos con las ganas de seguir con la historia. Nos enfrentamos, por ejemplo, a la muerte de las ideas impuestas, tal como se revela en el micro Nacimiento de Eros y Thanatos. Esta, como las demás que conforman la selección, es una historia que cada uno habrá de terminar desde su experiencia o entender desde su experiencia. ¿Qué sintieron y pensaron figuras históricas como María Antonieta y Hitler al momento de enfrentar la muerte? ¿Cómo una palabra, un silencio, un gesto puede cambiar la historia que nos contaron? ¿Cómo unos segundos entre la idea y la acción pueden convertirse en actos liberadores para quien se encuentra atormentado o incluso para el lector?

También los dilemas morales (inconclusos por supuesto) toman parte en este libro que como ya sospechará el lector, coloca a este último como el guía y creador de sus finales y provoca en él o ella profundas sensaciones, pero también reflexiones, acerca de lo que debe o no debe hacerse cuando se te mueve la vida, cuando se tiene de frente el final. Por eso hasta el titulo del libro provocará que el lector decida colocar un punto final (con un amén, tal vez) para terminar un sufrimiento muy profundo o simplemente coloque frente a él un “ahora”, para seguir guardando la esperanza de que su momento aún no ha llegado.

Con esta obra Rodríguez Santos nos deja ver que no solo es un teórico del género breve, sino que es también un logrado escritor que entra de forma macro por la estrecha puerta de la microficción. Los invito a mirarse de frente en el espejo de la muerte y a jugar a ser dioses por un rato, tomando decisiones literarias que producirán en ustedes, estoy segura, profundas macrosensaciones.

Amarilis Vázquez Rivera
escritora y educadora

2022

Anuncio publicitario

Deja un comentario

Archivado bajo literatura, microrrelato, Puerto Rico, Puerto Rico, reseña

Presentación-conferencia sobre el libro de cuentos Carnaval de sangre de Ana María Fuster Lavín

carnaval

Editorial EDP
2da edición, 2016

Los años de estudios universitarios, en particular los de la escuela graduada, nos inducen a adentrarnos en el mundo de la crítica literaria desde variadas perspectivas teóricas. Todo el que estudia literatura reconoce los nombres extranjeros: Bajtín, Kristeva, Genette, Barthes, entre muchos otros. Siguiendo las corrientes actuales, nos sumergimos en estas teorías y desde sus respectivas ópticas leemos, enjuiciamos e interpretamos. No quiero decir que todo este entramado académico sea inútil. Al contrario, ayuda a expandir nuestros puntos de vista y profundizar en la lectura de los textos de ficción. Sin embargo, es muy importante no olvidar que el fin básico de la literatura es tomarnos de la mano y llevarnos hacia un mundo creado por el autor o autora y ofrecernos la oportunidad de vernos en el texto; reconocernos, claro, como individuos y como sociedad que, como les digo a mis estudiantes, siempre será el fin último de cada cuento o novela que se ha escrito y se está por escribir.
Entonces, ¿qué hace a un libro bueno? Esta pregunta me la formulan muchas veces. Me dicen, ¿cómo enjuicia usted un texto para luego decir si es bueno o no? Yo contesto a la primera interrogante que a un libro lo hago bueno yo; es decir, que uno como lector en su individualidad es quien pasa juicio de los valores de una lectura determinada. Ahora bien, según uno lee y se desarrolla intelectualmente, va adquiriendo herramientas que le ayudan a evaluar mejor las lecturas a las que se enfrenta. En mi caso, mi preparación y continuo ejercicio de lectura me permite, más allá de lo evidente, reconocer el entramado técnico que puede utilizar un escritor. Diría que, la experiencia en el campo me ayuda a percibir mejor el empeño de quien crea una fábula, sea un cuento, una novela, incluso un ensayo o poema. A lo que me refiero, a fin de cuentas, es que se puede percibir el esfuerzo y las horas de trabajo que el autor dedicó a su obra. Esto se refleja en la profundidad en el tratamiento de los temas, las técnicas narrativas que utilice y los referentes a los que aluda el escrito; esto último dependerá, por cierto, de que uno como lector pueda reconocer las alusiones extraliterarias.
Hoy tengo el placer de presentarles la colección Carnaval de sangre: microcuentos y otras brevedades de la palabra, una excelente pieza literaria que conmueve profundamente y nos hace reflexionar acerca de la vida y la muerte, entre muchos otros temas. Este es un texto bien pensado y muy trabajado en el que se ha cuidado cada detalle. El concepto del carnaval, según lo desarrolló el crítico ruso Mijail Bajtín, alude a aquel lugar de la fiesta en la plaza pública en la que se permite la transgresión de todas las normas. Diríase que el título nos lleva a cuestionarnos el orden de las cosas según lo hemos aprendido, es decir, a evaluar e impugnar los esquemas mentales que han moldeado nuestra psique colectiva. Pero este carnaval es de sangre, lo que sugeriría violencia. Una violencia enmascarada con el fin de ocultar o disimular nuestro lado feo, el más oscuro, aquel que no queremos o podemos ver. El lado irracional que nos vincula al resto, a la manada, como se alude precisamente en uno de los microrrelatos que conforman la colección.
El libro se divide en cuatro secciones, con 58 microcuentos que se pueden leer individualmente o en conjunto, y que dialogan entre sí.
En la primera parte se encuentran trece relatos cuyo común denominador es la ironía y la desolación. El epígrafe de esta primera sección avisa el tono irónico que se percibirá en las trece historias que lo configuran: “Sin ojos: habitantes de la ciudad silente”. Los que no ven o no quieren ver y viven en una ciudad silente a pesar del bullicio que implica vivir en las urbes, son los personajes de esta primera sección. Aquí encontrarán representadas a personas comunes y corrientes agobiadas por toda suerte de calamidades propias de la sociedad moderna, y hundidas en su propio vacío existencial: un jugador de fútbol odiado y aplaudido, esposas inconformes con su vida, profesionales agobiados con la rutina, mujeres y hombres enajenados, angustiados, llenos de temor, mucho temor. Y, entre todos ellos, el escritor. En este, la sangre que brota de las heridas, en lugar de muerte, dan vida, pues son la fuente de las palabras. Del dolor de la terrible cotidianidad, surge la palabra. La que expresa las ansias, los deseos y las culpas. La sangre derramada que puede ser muerte, se convierte en vida cuando es vertida en el papel. Esta idea aparece por primera vez en el libro en el cuento De regreso a la sangre, a mi parecer, toda una joya literaria.
La segunda sección del libro es la de los relatos más densos, debido a que en estos el lirismo de la voz narrativa se expresa con toda su carga poética. Con el título Bajo la cama: trece días en el abismo y un final feliz, estos relatos nos invitan a compartir los oscuros rincones de la conciencia del personaje, desde el reducto último de la intimidad: la cama. Y es allí donde se producen los sueños y también las pesadillas, y donde la protagonista enfrenta a una sombra que la asedia y la arrastra, y que invita al lector a caer junto a ellas por el abismo del inconsciente, pues si leemos desde la óptica teórica del siquiatra suizo, Carl Gustav Jung: “…la sombra, por su naturaleza, puede ser inferida en gran medida desde los contenidos del inconsciente personal”[1]. Jung trabaja la sombra como uno de los arquetipos de su teoría de la personalidad, como una forma que tenemos los humanos para acceder a esos contenidos que son individuales, pero también colectivos. Así, bajo la cama se encuentra Insomnio y la sombra, pero con una lectura más perspicaz nos encontramos a nosotros como sociedad, como miembros todos de la raza humana.
En la tercera sección continúa el Carnaval. Bajo el título Carnaval de voces y sueños: amores caníbales se agrupan catorce relatos que exponen los juegos con las voces y la sangre. Reaparece aquí uno de los temas que hilvanan este libro: la metáfora de la sangre como vida y muerte. Sangre como vida cuando se perfila a través de la palabra, la que nos da sentido, la que nos salva y nos devuelve el ser, como en el cuento El cazador de sueños, para mí, el más hermoso de todo el libro. Otros relatos presentan un juego con las voces desde una perspectiva más lírica Fuga de voces, La voz dormida, De voces y de sueños, Sequía. En estos se manifiesta nuestra humanidad y desolación, aunque parece haber alguna esperanza; como lector, quiero tener la ilusión de que no todo está perdido, de que hay algún escape. Y es que, en muchos de estos cuentos, las voces articulan palabras con sentido, solo cuando ocurre el encuentro con el Otro, así con mayúscula, desde nuestra humanidad.

La cuarta sección lleva como epígrafe Los placeres de la muerte: carnaval de sangre. Aquí la sangre fluye a borbotones en los diecisiete relatos. La alienación, el morbo y la crueldad se exacerban, tal como dice uno de los personajes: “Tal vez, el odio sea la fuente de la energía universal…”. Ante el dolor y el miedo, reaccionamos con indiferencia en una sociedad en la que la pasión por los objetos ha superado por mucho el amor, el deseo por el sujeto. Tales ideas se perciben en el cuento La ética de la crueldad, relato que recoge y resume esa visión acerca de nuestras inclinaciones oscuras e irracionales.
En fin el libro cierra como inició, en un carnaval de sangre en el que los relatos nos incitan a contemplar nuestra sombra, aquella que, como mencioné al comienzo de mi exposición, alberga lo feo, lo grotesco, lo que no queremos ver. Es como si el libro fuese un espejo y nos obligara a preguntarnos como lo ha hecho alguno de los personajes de Fuster: “¿Soy yo ese que está del otro lado? Y como el Carnaval de Bajtín, esta colección de cuentos nos conmina a entrar al carnaval y allí al leerlos, al leernos, buscar la expiación de nuestros miedos y culpas.
Como mencioné al principio, Carnaval de sangre es un texto con todos los méritos y atributos de un libro bien pensado y bien escrito. Sus valores emergen por sí mismos, más allá del ojo visor del crítico. Ciertamente estamos ante una gran escritora. Les recomiendo la lectura, los invito a entrar al Carnaval, pero, ya están advertidos.

Dr. Ricardo Rodríguez Santos
Catedrático auxiliar
UPR Carolina
17 de mayo de 2016

Deja un comentario

Archivado bajo Libre, microrrelato, Puerto Rico