
La microficción ha dejado de ser un terreno marginal para convertirse en un campo central de la narrativa contemporánea. En Cómo elaborar microficciones (La Bisagra, 2025), Jorge Ortiz ofrece un texto que es, simultáneamente, manual didáctico, ensayo teórico y provocación crítica. Su objetivo no es solo enseñar a escribir textos breves, sino, sobre todo, pensar la brevedad como una poética autónoma, cargada de posibilidades formales y conceptuales.
Uno de los principales aportes del libro reside en su definición de la brevedad como un acto de condensación y no de simple reducción. Ortiz señala que “cada palabra pesa, cada silencio resuena”, subrayando que la economía expresiva exige rigor, no precipitación. Esta visión dialoga con las propuestas de Italo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio, particularmente con la noción de exactitud, que defiende el valor de las palabras justas en contextos mínimos.
Ortiz conceptualiza la microficción como un género proteico, capaz de adoptar múltiples formas: aforismo, poema, noticia, crónica, epístola. Este enfoque resulta iluminador porque sitúa al texto breve en un espacio de tránsito entre géneros, permitiendo lecturas híbridas y experiencias narrativas diversas. Tal perspectiva coincide con lo señalado por Lauro Zavala sobre la intermedialidad de los textos breves.
El autor dedica un apartado crucial a la participación activa del lector. En sus palabras, “la microficción no se completa en la página; es el lector quien, con su biblioteca mental, teje el sentido definitivo del texto”. Esta idea entronca con la noción de la obra abierta propuesta por Umberto Eco, donde el lector deja de ser receptor pasivo para convertirse en coautor del proceso interpretativo.
El manual incluye un anexo dedicado al ámbito educativo, en el que propone estrategias de uso de la microficción en diversos niveles de enseñanza. Lejos de trivializar el género, Ortiz lo presenta como un vehículo eficaz para fomentar el pensamiento crítico, la precisión verbal y la creatividad. Esta dimensión pedagógica convierte al libro en una herramienta particularmente valiosa para docentes y mediadores de lectura.
El equilibrio entre teoría y práctica constituye una de las fortalezas del texto. Ortiz combina un tono accesible con rigor conceptual, lo que permite al lector acercarse al género desde la reflexión y desde el ejercicio creativo. No obstante, como texto introductorio, puede dejar insatisfechos a quienes buscan un aparato crítico más amplio; sin embargo, esto no disminuye su valor, pues abre la puerta a nuevas indagaciones y diálogos con otros marcos teóricos.
El contexto digital en el que se inscribe la obra no pasa inadvertido. Ortiz sugiere que la brevedad contemporánea, lejos de ser una concesión a la velocidad y la inmediatez, puede ser una respuesta ética y estética a la saturación informativa. En ese sentido, la microficción se convierte en un espacio de resistencia, donde la profundidad se impone a lo efímero.
En definitiva, Cómo elaborar microficciones trasciende el formato de manual práctico. Es una invitación a pensar la brevedad como forma de conocimiento y como acto creativo complejo. El libro de Ortiz, con su equilibrio entre accesibilidad y rigor, se consolida como una referencia ineludible para el estudio y la enseñanza del género.


