– Ariadna M. Godreau-Aubert Parece todo sencillo aunque no lo es: una mañana cualquiera, uno de los principales comentaristas de radio se siente creativo. Aquí diría que hay una correlación e…
Origen: una jenniffer desnuda
– Ariadna M. Godreau-Aubert Parece todo sencillo aunque no lo es: una mañana cualquiera, uno de los principales comentaristas de radio se siente creativo. Aquí diría que hay una correlación e…
Origen: una jenniffer desnuda
Archivado bajo Uncategorized
Archivado bajo Uncategorized
Por: Ricardo Rodríguez Santos
Fue una madrugada de principios del año 1974 cuando el alboroto me despertó. Mi madre y mi padre recibían con alborozo al hijo artista que regresaba de Nueva York con un acetato en sus manos. No tenía idea de lo que sucedía, ni, todavía en aquel momento, lo que era un acetato. Solo recuerdo que, aún medio dormido, tomé en mis manos aquel objeto plano y cuadrado con un retrato al frente que mostraba una gigantesca mano roja que bajaba del cielo a tocar un piano, The sun of latin music, decía en letras también grandes. Mi padre abrió el objeto y extrajo el disco negro con un orificio en el medio, lo colocó en el tocadiscos tipo consola de madera que había en la sala y lo puso a dar vueltas y a sonar a todo volumen. Mientras yo embelesado me entretenía viendo el coco que tenía el disco en el centro con letras pequeñas en inglés y en español, los vecinos se levantaban y llegaban a la casa a compartir el jolgorio que se había formado. ¡Mi hermano cantaba en el tocadiscos!
Mi madre aún recuerda el suceso con todos sus detalles. Aunque cada quince o veinte minutos me pregunta si le di las pastillas o le «puse» la insulina. Uno de los síntomas de esta plaga moderna es el olvido inmediato. Lo que llaman la memoria a largo plazo no se afecta tanto como lo que sucede en el momento. Los que viven con algún familiar con alzhéimer saben de qué hablo.
Mi madre no solo recuerda con detalles, sino que narra sucesos de la época constantemente. Este período de tiempo que va desde 1968 hasta el 1980 más o menos, cubre unos años que se marcan particularmente por la caída vertiginosa y estrepitosa del modelo de democracia que significó el ela que Muñoz inauguró en 1952. Yo era un niño, ajeno a los grandes sucesos que ocurrían a mi alrededor.
Los recuerdos que tengo se refieren a las conversaciones entre los adultos. Coloquios de los cuales generalmente me excluían. A veces, sin embargo, mis padres, mis tíos, mis vecinos adultos, asumían la pose de maestros y en lugar de expulsarme de la sala, veían la oportunidad de instruirme con la Verdad. La verdad, según el discurso de todos ellos era que, a pesar de la crisis (crisis causada por entes extranjeros, por cierto) vivíamos, yo vivía y disfrutaba, en un paraíso. La xenofobia (juro que jamás hubiese utilizado esa palabra en esos años) que sudaban por cada poro los llevaba a todos a referirse con desprecio acerca de la República Dominicana. Decían, y repetían, que los dominicanos tenían luz eléctrica dos horas al día, que el agua no era potable nunca, que los jueces y los policías eran los más corruptos, y que cada vez que había una protesta, el gobierno les echaba la guardia nacional.
Decían también, más bien afirmaban categóricamente, que todo se debía a que el país era una república así con voz bien bajita, porque era una mala palabra y no podía decirse mucho la palabrita. De manera similar se referían a los países latinoamericanos. Allá, según proclamaban los adultos al unísono, no se puede vivir. La gente se moría de hambre y los gobiernos no tenían presos en las cárceles, porque los torturaban y los desaparecían. El contraste era la Gran Nación del Norte y su espejo en el Caribe. Mira niño, recuerdo que me enfatizaban, dale gracias a Dios por los americanos. Ellos son los buenos, los cheches, los que rescatan al pobre y jamás, ¡jamás! torturan ni masacran al enemigo, no importa lo cruel que este haya sido. Aquí tienes cupones, tienes becas y tienes la oportunidad de entrar en el «army» y asegurar tu pensión.
No recuerdo con precisión, pues era un adolescente, pero una vez parece que pasó algo, no supe qué hasta muchos años después. Lo que sí recuerdo fue ver a soldados armados vigilando estaciones eléctricas. En Country Club, había una justo detrás de la piscina en la tercera extensión. Allí vi el primer soldado. Esperé que los adultos se reunieran en la casa de mi padre y pregunté. Las caras se pusieron serias. Con un tono grave, uno de ellos me susurró: Mijo, es que hay gente mala, esas que hacen huelga son los enemigos de la democracia. Estuve ajeno a todos los procesos sociales hasta que entré en la universidad, y desde entonces he estudiado las causas y razones para que la gente no hable de todas las luchas políticas, laborales y sociales que se han dado en este País.
Resulta irónico que mi madre recuerde la época, pero olvide el presente, mientras el pueblo parece funcionar a la inversa. Hoy, luego de cuarenta años conseguí el LP de Palmieri en ebay. Celebro la adquisición a la vez que escucho a mi madre que me pregunta de nuevo si le di las pastillas y le «puse» la insulina, y pienso que mi pueblo sufre un síndrome similar, pero al inverso: recuerda solo lo inmediato y olvida todo lo acontecido el día anterior y la semana pasada y las décadas anteriores. Mientras pienso cómo conseguir un tocadiscos que funcione, espero que mi País despierte. Entretanto, atiendo a mi madre, quien recuerda clarito el día que volvió mi hermano con su disco bajo el brazo.
Archivado bajo Uncategorized
“Un libro, cualquier libro, es para nosotros un objeto sagrado.” Borges
Cuba y Puerto Rico son.
Ricardo Rodríguez Santos
Apenas naciente la Revolución cubana, en 1959, Virgilio Piñera llama la atención acerca de los cambios que se producen como resultado del triunfo de Castro y los llamados Barbudos. Uno de los que más le sorprende es la cantidad de escritores surgidos casi de la nada, tal como él mismo afirmaría luego en un escrito titulado La inundación: En estos días del triunfo revolucionario – mitad paradisíacos, mitad infernales – no podían faltar en la gran inundación los escritores. Me sorprendió grandemente que en vez de una gota de agua aportaran Nilos y Amazonas… No podía dar crédito a mis ojos. ¡Cómo! ¿Dónde yo contaba diez o doce habría que contar doscientos, acaso quinientos o quién sabe si mil? La inundación ilustrada (o la ilustración inundada, léase como se quiera) anegó en su mar de tinta las planas de los periódicos: en estos días se ha hecho más «literatura» en Cuba que en una década ¡qué digo! que en cincuenta años de República.
Según varios estudiosos del tema, el triunfo de la Revolución impacta de inmediato la producción literaria en Cuba, si se toma en cuenta el auge editorial de la narrativa. Armando Pereira señala, por ejemplo, que en la primera década de la Revolución se publicaron casi sesenta novelas, más que en todas las décadas pasadas del siglo juntas. Este auge se debió mayormente a que el nuevo orden revolucionario permite el acceso a la imprenta de manera más abierta, con menor dificultad para publicar, pero con la condición limitante de escribir desde “dentro” de la Revolución.
En estos días en los que algunos celebran y otros sufren los 55 años de la Revolución, y que se desploma la cortina que separaba a Cuba de los Estados Unidos, parece casi una jugada del destino el hecho de que la es la literatura puertorriqueña la que atestigua un crecimiento editorial, de seguro sin precedentes, aunque no se ha realizado un inventario formal de todos los poetas, ensayistas dramaturgos y narradores que han publicado, y continúan haciéndolo.
Piñera hace sus comentarios desde lo que parece ser una óptica elitista, clasista, excluyente, aunque las circunstancias, claro, eran muy distintas a las nuestras. En nuestro País, también confluyen diversas y variadas visiones acerca de lo que es y lo que no es literatura. Aquí se enfoca la producción literaria desde una óptica similar a la que esgrimió el gran narrador cubano. Se comenta, a veces despectivamente, acerca de los grupos de escritores que, luchando contra todos los obstáculos económicos, políticos y hasta culturales, escriben y publican, la mayor parte de ellos por cuenta propia, ya que el gobierno brilla por su ausencia en el auspicio de los escritores nacionales.
Frente a los grupos de la élite se aúpa una cepa de poetas y narradores quienes, ante la ausencia de apoyo, han recurrido a las redes sociales para darse a conocer. La gran cantidad de nuevos escritores, más que una inundación, es una gran explosión. Cada semana se presenta un nuevo título, lo que resulta en la imposibilidad de seguir la lectura debido al volumen de publicaciones. En estas, el nivel de excelencia varía según los gustos de cada lector. Para mí, la calidad de los escritos sobrepasa cualquier expectativa. Lo más importante, no obstante, es que, a pesar de las circunstancias económicas y políticas que padecemos desde hace cinco siglos, la literatura puertorriqueña está más viva que nunca. Y si la literatura vive, la Nación respira. De los rastros que deje este estallido, solo el tiempo dará fe.
Archivado bajo Uncategorized
Ver la entrada original 589 palabras más
Archivado bajo Uncategorized
Ricardo Rodríguez Santos: de ida y vuelta con Reinaldo Arenas
SÁBADO 15 DE MARZO DE 2014 01:28 MARIOANTONIO ROSA CLICS: 662 SECCIÓN: PÁGINA 0 – CRÍTICA LITERARIA
El Post Antillano
“Con esa tristeza del desterrado que es desterrado de su destierro”.
-Reinaldo Arenas
Marioantonio Rosa
Creo que lo vi desterrado, terminándose el exilio, con esos intentos que las palabras no dejan descubrir, y sin embargo existen, y matan. Creo que lo vi en aquél Nueva York de 1990, donde se acorralan muchas voces, se ahogan otras, se canibalizan los buenos sueños y el alma es considerada innecesaria. Se fue hacia la muerte, Reinaldo, con su verbo inconcluso. Su apellido, Arenas, quedaba en la comisura de las playas de una Cuba prohibida para su esencia, y a donde nunca regresó. Contemporáneo y amigo de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, fue encarcelado y torturado, llegando a admitir lo inconfesable y a renegar de sí mismo. Le robaron su espejo, lo trizaron y ni siquiera hubo esperanza de cenizas. Como Boris Pasternak, en su gólgota personal, adolorido ante el paredón de Vladímir Semichastny, quien, en campaña de descrédito se atrevió a decir, muy serenamente que, «Si comparamos a Pasternak con un cerdo, un cerdo no haría lo que él ha hecho, porque un cerdo jamás defeca allá donde come» frase ruin que destrozó al genial poeta autor de “Dr. Zchivago” casi lanzándolo al suicidio. Con Reinaldo Arenas se dio la misma fórmula, las palabras malditas, los azogues amargos, el castigo contra el espíritu, la herida irredenta. Peor aún, Reinaldo Arenas no resistió el aquelarre marxista, y luego de una carta emotiva a la intelectualidad cubana en el exilio, donde se despedía, decide suicidarse. Ya la vida lo había estrangulado, y esa soledad de un escritor cumbre de la Literatura Caribeña e Hispanoamericana, no era esa soledad donde San Juan de la Cruz, echaba su contemplación al Amado, sino que era la soledad de los sepulcros, de los andares de insomnio y calaveras, de esa navaja que se siente traspasando el atrio del alma y los vivido, de manera fugaz, e inquisidora. La historia de la literatura universal está marcada por el amor, desamor, la política, los salones de la envidia, los crímenes de odio-aún clama Federico, en su barrica de Víznar-y el otro odio, ése, el fiel a la sonrisa y el silencio, y que de espaldas, calcina y vuelve a dar el frente, con un ramo de esmeraldas.
Olvidado Reinaldo Arenas. Olvidado poeta, narrador y novelista. Olvidado, no, ha regresado, son ya muchos estudios que celebran su obra y la proyecta al fin, con altura y armonía. El autor de “Antes de que anochezca” “Celestino al alba” “Otra vez el mar” “El mundo alucinante” y “Arturo, la estrella más brillante” entre otras obras, estrenó su partida bajo clima de mortales, y regresa a la memoria que no ha podido olvidarlo.
Casa de Los Poetas publica bajo la rúbrica de Ricardo Rodríguez Santos un nuevo libro en perspectiva, “Palimpsesto Caribeño: Intertextualidad en El mundo alucinante de Reinaldo Arenas” libro que recrea la tesitura de ese enfrentamiento de Arenas contra la revolución liderada por Fidel Castro, Ernesto Guevara, Raúl Castro, y la marca del detonante que llevó al exilio a Reinaldo Arenas. Triada que baja victoriosa desde Sierra Maestra en el 1959 y sesga la hegemonía de Fulgencio Batista en una Cuba privatizada por los buenos intereses hoteleros norteamericanos, y dolor de un pueblo sin tierra, ni futuro. Hablamos con Ricardo Rodríguez Santos, su autor, y la confección de este libro audaz, ágil y necesario. “Estudié mi maestría y doctorado en literatura estimulado por don Ricardo Alegría en el Centro de Estudios Avanzados. En aquel momento me motivaba el deseo de conocer sobre mi País, salvar la distancia impuesta por un sistema de enseñanza pública que no enseña la historia ni los valores patrios. Pero, si ajeno me encontraba de la historia y la literatura de la Isla, más lo estaba (y ciertamente estoy todavía) de la historia y literatura cubanas y dominicanas. Mas, el caso cubano es particular, pues desde pequeño escuchaba toda clase de historias acerca de la Antilla mayor y el mito de Fidel. De modo que cuando entré a estudiar en el Centro siempre supe que escribiría sobre Cuba. Las lecturas iniciales solo lograron aumentar mi curiosidad. Según uno se adentra en la historia cubana más se percata del gran parecido con la nuestra. Los procesos históricos y políticos son muy afines. Solo que el gran muro que nos separa ha obstaculizado que podamos conocernos mejor. Así que la experiencia de estudio ha resultado en una rica, complicada y compleja, pero gratificante.
He dedicado los pasados treinta años a estudiar la historia y literatura caribeñas. Este es mi primer libro. Es mi primera publicación, aunque tengo en agenda varios escritos sobre literatura puertorriqueña, a la que he regresado por el boom de publicaciones que ha surgido en la última década.”
Sobre los motivos de su libro nos abunda y la vigencia de Reinaldo Arenas; “Planteo en mi libro la marginalidad de la narrativa cubana con respecto a Puerto Rico. Uno de los problemas, de los muchos que enfrenta un investigador de la realidad cubana, lo discuto en el primer capítulo del libro, y es la existencia de un enorme muro que separa (aparte de la distancia física) a los pueblos caribeños. Esta separación se produce por razones políticas, claro. El bloqueo estadounidense ha acrecentado el abismo que nos separa. Conseguir lecturas sobre la época que abarca el estudio fue y es una tarea muy difícil. Si se le pregunta a un joven universitario promedio acerca de algún narrador cubano, probablemente mencione a Alejo Carpentier. Y es que El reino de este mundo es de los pocos textos que se leen en las universidades del País. A Reinaldo Arenas se le ha marginado desde el comienzo de su producción literaria. Su obra se estudia y analiza en círculos intelectuales, pero no se le menciona como a otros. (Pienso en José Lezama Lima y Virgilio Piñera, por ejemplo). Aun así, entiendo que falta por hacer para salvar esa distancia que nos mantiene ajenos a los países que conformamos la zona caribeña. Rescatar la literatura es parte de esa tarea. Ese es uno de los propósitos primordiales de mi libro”.
El germen del concepto de intertextualidad lo hallamos en la teoría literaria de Mijaíl Bajtín, formulada en los años treinta del siglo XX, la cual concibe la novela, en particular las de François Rabelais, Jonathan Swift y Fiódor Dostoyevski, como polifonías textuales donde establece relaciones dialógicas esenciales con ideas ajenas. En el caso de la novela, que es el que le ocupa, el escritor sabe que el mundo está saturado de palabras ajenas, en medio de las cuales él se orienta. Desde ese paralelo, abarcamos a Ricardo Rodríguez Santos sobre la intertextualidad y la escritura contemporánea; “Cuando me planteé el estudio de El mundo alucinante pensé en hacer algo distinto, una aproximación diferente. Para mí fue una experiencia singular. Fui educado en el sistema tradicional. Solo al llegar a la escuela graduada es que comienzo a conocer de todas estas teorías y perspectivas. Conocí, entonces, a Barthes, a Bajtín, a Genette y muchos otros. Luego, gracias a la profesora Rita Molinero, conozco la obra de Reinaldo. Decidí entrar a Cuba por su obra, y junté ambas cosas. El resultado está en mi libro. Sé que la lectura puede ser doblemente complicada, pues no solo requiere conocer la obra de Arenas, se necesita la disposición de leer con otros ojos críticos, los ojos de la posmodernidad quizás. Con respecto a la pregunta diré que, si se leen las teorías acerca de la intertextualidad, si se lee a Bajtín y a Kristesva, si se discute a Barthes y a Linda Hutcheon, la respuesta sería que sí, todos los autores pasados y contemporáneos son (somos) intertextuales, desde la perspectiva más amplia de la definición del término. Pero ese es un tema vasto. Requiere una conversación más extensa”.
Regresamos al “El mundo alucinante” de Reinaldo Arenas y la visión de Rodríguez Santos sobre nuestra Literatura Nacional y ese “laberinto” creado que nos distancia de la Cuba Literaria nos expresa;. “Antes que anochezca, la autobiografía novelada de Reinaldo es un ejemplo excelente de autointertextualidad en la ficción y en la vida ¿real? Si se lee primero El mundo alucinante uno se sorprende de cómo se parecen las vidas de Servando, el protagonista de la novela, y Reinaldo, el de la autobiografía. Ambos fueron seres marginados y perseguidos por el sistema; ambos sufren cárcel y logran fugas inverosímiles. La novela de Arenas fue escrita entre 1964 y 1965, pero su mensaje de libertad está hoy más vigente que nunca. La autobiografía, escrita por un Arenas mucho más maduro como escritor, permite al lector conocer algo de la vida y miserias del autor, pero, para saber más, es necesario buscar, leer, investigar ese mundo vedado que conforma nuestra caribeñidad. Y eso me lleva a la quinta pregunta. Nuestra literatura ha visto un renacer editorial en esta década. La poesía y la narrativa se publican por editoriales pequeñas y por autogestión de los escritores. Muchos de ellos son egresados de la Maestría en Creación Literaria del Sagrado. El resultado, aunque desigual en algunos casos, no puede menos que hacernos sentir optimistas en cuanto a la supervivencia de Nuestras Letras. Aun así, la barrera entre nosotros y la comunidad caribeña continúa. Si bien es cierto que los estudios sobre la literatura cubana, y la dominicana por supuesto, se han multiplicado (gracias a la gestión de los centros de estudios como el Centro de Estudios Avanzados y la Universidad de Puerto Rico se conocen y estudian a escritores como Abilio Estévez, José Antonio Ponte y Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura, Zoé Valdés, Daína Chaviano, por mencionar solo a los cubanos), todavía quedan muchas barreras por superar, muchos muros que derrumbar para lograr el sueños de los Patriarcas (pienso en Betances): una sola Patria, una sola Nación caribeña y solidaria”.
Deseo convocar al poeta Reinaldo Arenas, en su amargura y luminosidad, en su estirpe guerrera y en su flaqueza ante las sombras. Lo convoco con un soneto escrito por él, y que nos ubica en su esencia extraordinaria, imparable a pesar del asecho de las rejas.
“Tú y yo estamos condenados
por la ira de un señor que no da el rostro
a danzar sobre un paraje calcinado
o a escondernos en el culo de algún monstruo.
Tú y yo siempre prisioneros
de aquella maldición desconocida.
Sin vivir, luchando por la vida.
Sin cabeza, poniéndonos sombrero.
Vagabundos sin tiempo y sin espacio,
una noche incesante nos envuelve,
nos enreda los pies, nos entorpece.
Caminamos soñando un gran palacio
y el sol su imagen rota nos devuelve
transformada en prisión que nos guarece.
(La Habana, 1971)
La presentación de este libro tendrá lugar el próximo jueves 20 de marzo a las 5:30 PM en la Sala Olga Nolla de la Universidad Metropolitana en Cupey.
Archivado bajo Uncategorized
Latitud 18.5 Dr. Ricardo Rodríguez Santos: http://youtu.be/Qm3njuLvPNw
Archivado bajo Uncategorized
Presentación de la Antología Latitud 18.5
Por: Ricardo Rodríguez Santos
¡Buenas noches! Me han pedido que diga unas palabras acerca del texto que se presenta hoy, Latitud 18.5: antología de la primera década de la maestría en creación literaria de la Universidad del Sagrado Corazón. Debo admitir que cuando se me solicitó, acepté de inmediato la tarea, porque me entusiasma la efervescencia que muestran las Letras Puertorriqueñas en los tiempos más recientes. Lo que me dio estrés fue el tiempo asignado. Y es que tratar de resumir décadas de creación literaria, que tal es mi objetivo, en pocos minutos, es una tarea… quizás imposible… Por otro lado, sin embargo, la brevedad evita el tedio. Así que me queda menos. Prosigo.
La primera antología de narrativa puertorriqueña reconocida la editó René Marqués en 1959, aunque ya en 1955, doña Josefina Rivera de Álvarez había publicado el Diccionario de la literatura puertorriqueña en el que daba cuenta de la evolución de las Letras Patrias. En Cuentos puertorriqueños de hoy, Marqués reúne narraciones de ocho escritores, todos varones. A la sombra de la búsqueda de la identidad, ya fijada por Antonio S. Pedreira en la década del Treinta, estos narradores trabajan temas que se adentran en la incipiente urbanidad que arropa al País en esos tiempos. Reconocía Marqués que el auge de esta narrativa estaba respaldada por una serie de elementos externos tales como las revistas y certámenes literarios y la labor de críticos. Ese grupo de escritores, junto a muchos otros no nombrados, sentaron las bases para la explosión literaria que se daría a partir de los años setenta.
En 1983, veinte años después, aparecen dos antologías que pretendían recoger las expresiones literarias en la narrativa corta de los años setenta: Apalabramiento, editada por Efraín Barradas y Reunión de espejos, editada por José Luis Vega. Barradas reconoce la subjetividad implícita en la selección de cuentistas “representativos” del momento; Vega, por su parte, utiliza la metáfora de los espejos para recoger una muestra característica de la producción narrativa que viene desarrollándose desde 1966, pero que despega a partir de 1971. Luis Rafael Sánchez, Manuel Ramos Otero, Ana Lydia Vega, Carmen Lugo Filippi. En total catorce narradores, de los cuales cinco son féminas, revelan, entre muchas otras cosas, la afirmación de que las mujeres llevan décadas escribiendo buenas narraciones aun sin el reconocimiento adecuado. Vega hace un recuento de la producción literaria desde el siglo 19 hasta la “generación” de escritores de los setenta enfatizando en la narrativa. Vale recordar que este destaca la superación del modelo realista en la creación literaria y el desarrollo de lo que denomina estilo paródico y dialectal o la Escritura en puertorriqueño. El inventario general más completo de escritores verá la luz en 1985 con la gigantesca aportación de doña Josefina Rivera de Álvarez Rivera en el texto Literatura puertorriqueña: su proceso en el tiempo.
Pero, estos narradores escriben, ya lo dije, a la sombra del canon literario, una de cuyas manifestaciones ha sido la búsqueda constante de la identidad puertorriqueña. Esa tara marcó a muchos; unos por intentar afirmarla; otros tratando de librarse de ella.
Pasarán otros veinte años hasta que en 1995 aparezca en el escenario nacional otra antología: El rostro y la máscara: antología alterna de cuentistas contemporáneos. En esta, José Ángel Rosado edita y afirma que presenta una “anti-antología de lo escondido y marginal” de “generación soterrada” de los ochenta. En 1994, el profesor Juan Gelpí publica un texto importante: Literatura y Paternalismo. Gelpí analiza la influencia de Pedreira en los textos literarios y proclama que con la obra de Manuel Ramos Otero, Rosario Ferré y principalmente de Ana Lydia Vega “…se cruza un límite, una frontera: en ella estamos decididamente fuera del canon paternalista.” Sin embargo, apenas tres años después, en 1997 aparece Mal(h)ab(l)ar: antología de nueva literatura puertorriqueña. En la misma la escritora Mayra Santos Febres alega que en estos cuentos, ¡por fin!, se “…propone un nuevo acercamiento al quehacer literario que se distancia del tradicional rol asignado a la literatura puertorriqueña como forjadora de la conciencia nacional social.” Luego, en 1997 se publica Te traigo un cuento: cuentos puertorriqueños de 1997, editado por el profesor Luis López Nieves. Ahora sí se rompe con el carimbo de la identidad…
La más reciente antología de cuentos aparece en 2007. Con el epígrafe de Los otros cuerpos: antología de temática gay, lésbica y queer desde Puerto Rico y su diáspora, y compilado por David Caleb Acevedo, Moisés Agosto y Luis Negrón, ¿se rompe definitivamente con la línea canónica patriarcal al publicar cuentos, tal como lo expresa su título, de corte gay, lésbico y queer?
Las antologías mencionadas no legitimizan a la que les presento esta noche. Lo digo en el contexto de que, para darle prestigio a la misma, de acuerdo con el canon tradicional patriarcal, implicaría su subordinación al mismo. Debo decirles que este grupo de escritores y escritoras, según mi lectura, no está ni dentro ni fuera del canon, solo está, solo existe. Y su presencia la legitima el deseo de mantener vivo un discurso narrativo que se produce en el contexto de la zona en la que vivimos: la latitud 18.5. Estos cuentos, insisto, NO corresponden a un orden totalizante de la gran nación y la identidad, ni la perpetúan ni la atacan. ¿Querría esto decir que los cuentos y los cuentistas de 18.5 se enajenaron de la realidad puertorriqueña? ¿Acaso se desligaron de la realidad Manuel Ramos Otero, Rosario Ferré o Ana Lydia Vega?
Muchos de los cuentos de 18.5 no pueden ubicarse fácilmente en nuestro ámbito geográfico, político ni cultural. 57 autores: 38 féminas y 19 varones. Un español, dos cubanas, una peruana, una boliviana, un dominicano, una norteamericana, un argentino, una colombiana, un mexicano, y 47 puertorriqueños y puertorriqueñas escriben desde la latitud 18.5, porque sienten la necesidad de hablar, de expresar sus ideas, y el cuento es el género privilegiado para tal tarea.
La diversidad de nacionalidades se refleja en esta antología en la variedad de temas, estilos, tonos, y técnicas que se utilizan. En la pluralidad de personajes y situaciones: Un niño lluvia, un hombre cangrejo, Colombina y Pierrot, Grecia, Dioses, mitos, los Illuminati, el Lejano Oriente, hombres de piedra…jum… insectos con mente propia, noticias de secuestros fallidos, cuentos perturbadores… homosexuales que no lo son…sangre, mucha sangre…piel….deseo…peste…urbes, viñedos, mutaciones, hojas, muchas hojas… cuevas, espíritus…¡Hitler! París, Suramérica…brujos…coroneles, campesinos, prostitutas, tigres, clarividentes. computadoras… Se tocan temas sobre lo humano, la experiencia vital, lo trascendental, la miseria vista de cerca, los viajes fantásticos, la religiosidad, los niños explotados que se repiten como un espejo deforme de feria, la intertextualidad, la experimentación con técnicas literarias, la muerte, la vida, lo sexual… Ah, y el maligno: Confieso que desde que leí este brevísimo relato cada vez que leo miro detrás de mí, por si acaso….Dije cuentos perturbadores…Sí, los hay también.
Este tomo de cuentos no tiene unidad, y esa, precisamente es su aportación. Variedad y dispersión lo definen. Alguno podrá reprochar la alienación con respecto a la cultura e identidad que se percibe en las historias en general, visto desde una perspectiva tradicional, claro está. Yo, no obstante, recibo esta colección con entusiasmo. Paradójicamente, siento la identidad más viva que nunca. Los narradores puertorriqueños, por nacimiento o adopción, mantienen viva la literatura nacional. Las Letras nos salvan del vacío colonial, haya sido ese el propósito o no de los autores al escribir. Porque, al publicar sus cuentos, estos dejan de ser suyos, y yo como lector, los hago míos, los reescribo, les asigno sentido y valor. En cuanto a mí, insisto, veo esta hornada de escritores y proclamo que la literatura puertorriqueña vive, y por tanto, el País vive, en consecuencia, la Nación está más fuerte que nunca.
Pienso que no hay mejor manera de terminar esta presentación que citando a una de las más importantes narradoras de estas latitudes. Me refiero a Ana Lydia Vega, quien recién fue reconocida por su trayectoria y quien además ha luchado contra la imposición de esquemas. En ese recién homenaje ella dijo, refiriéndose a la narrativa del siglo XXI: “…debo señalar que actualmente hay un buen número de escritores jóvenes talentosísimos escribiendo y publicando poesía, cuento, novela, ensayo. Es preciso valorarlos en su individualidad creadora y evitar encasillarlos en categorías colectivas. Cada voz literaria es única e inimitable.” (Diálogo, 19 de marzo, por Adriana de Jesús Salamán)
Les invito a conocer a esas voces únicas e inimitables. Les presento la Antología 18.5.
Archivado bajo Uncategorized
Nuestro país literario merece viajar con su historia completa, con sus baches, con sus silencios, y hasta con sus desaciertos. Sólo así el país y su literatura parecerán verdaderos.
Escuchando a unos queridos amigos y colegas hablar de lo que necesitamos los escritores puertorriqueños para proyectarnos más allá de nuestras playas, pensé qué fácil era la vida de los escritores antiguos, medievales, renacentistas, barrocos, neoclásicos, románticos… Como si antes de tecnologías como la imprenta, los conceptos de diseño, paginación, encuadernación… como si antes de la invención del tipo de plomo o de la nota al calce, todo hubiera sido sencillo. Cada época literaria plantea retos en la materialidad de la expresión, siendo el libro en sí una tecnología como antes lo fueron el desarrollo de la memoria y la rima cantada, el rollo de papiro, o la talla en piedra o en tabletas de cera.
Hoy…
Ver la entrada original 394 palabras más
Archivado bajo Uncategorized